Las matemáticas, la materia que no todos aprecian
Reflexiona y descubre por qué los jóvenes tienen problemas con las matemáticas, e identifica alternativas educativas.
Es probable que esta pregunta te haya hecho recordar tu época de estudiante, tal vez cuando pasabas horas intentando memorizar fórmulas u operaciones en la primaria, secundaria o incluso en el bachillerato. Si fue así, eres testigo de la mala fama que tienen las matemáticas.
Para analizar mejor este problema, piensa cuál fue tu primer contacto con las matemáticas. Quizá, haciendo un gran esfuerzo, recuerdes la época del preescolar o a algún familiar enseñándote a contar o restar con frutas, dulces o juguetes. Pero esto no resulta aburrido o complicado; entonces, ¿qué es lo que pasa?
Piensa cuando eras estudiante de primaria. Además de la suma y resta, también te enseñaron multiplicaciones, fracciones, geometría o porcentajes. Quizá ahora sí hayas sentido algo de estrés al recordar los largos ratos que pasabas intentando comprender para obtener una buena nota. Si fue así, aquí se originan las dos primeras condiciones: quién enseña y cómo lo hace, y las evaluaciones.
Detente un poco para reflexionar sobre estas dos cuestiones. La primera de ellas corresponde a la persona encargada de impartir el conocimiento, en este caso el profesor. Si bien en los primeros años se atiende más a las emociones del niño impartiendo el aprendizaje con tacto y cariño, al crecer o subir de grado, la enseñanza tiende a formalizarse y el número de alumnos por grupo a aumentar, lo que dificulta personalizar la clase. Es una tarea difícil, pero puede solucionarse con la colaboración de los padres del estudiante.
El otro factor es el puntaje que debe obtener el alumno para acreditar su materia, lo que en la mayoría de los casos, le ocasiona preocupación y le dificulta el aprendizaje, en ocasiones prefiriendo abandonar el tema u optar por obtener la calificación mínima. En este caso, la respuesta sería emplear la evaluación para reflexionar sobre los temas que resultan complicados, tanto para el grupo como de forma individual, y así proporcionar esta información a los padres y trabajar en conjunto para el beneficio de los alumnos.
Si bien este caso es aplicable a todas las materias, son el detonante en el área de matemáticas, ya que se trabaja con conocimientos abstractos; además, si aunamos esto a las condiciones biológicas relacionadas con la capacidad de aprendizaje de los alumnos, debemos considerar que aprenden a diferentes ritmos y grados de complejidad, así que si queda un espacio vacío en el aprendizaje del estudiante, se complicará su comprensión sobre futuros temas. Y aquí se presenta el siguiente problema: la memorización de los temas.
Seguro también recuerdas este proceso, leyendo y releyendo fórmulas hasta aprenderlas. El riesgo que se corre al llevar a cabo este procedimiento es que el aprendizaje se vuelve superficial y no duradero, y resulta desagradable y poco motivador gastar tiempo y esfuerzo memorizando temas que podría parecer que no tienen sentido o que no volveremos a utilizar en un futuro.
Este será el primer momento en que el estudiante pensará: ‘¿A mí para qué me sirven las matemáticas?’, y si este planteamiento no se resuelve, el final de la historia serán nueve años o más lidiando con una materia a la que no le encontramos sentido y, por ende, nos aburre o en el peor de los casos, la odiamos.
Entonces, a partir de este análisis, considera que hay una labor conjunta entre el docente, padre y estudiante, la cual propiciará el ambiente para decidir si te gustan o no las matemáticas, y del que dependerá la experiencia positiva o negativa del acercamiento de los alumnos con la materia. Por lo tanto, la mejor opción es saber cómo enseñarla, proporcionando antes que nada el sentido y aplicación de las matemáticas en la vida del ser humano, y dándoles a conocer las áreas en las que se utilizan y cómo, por ejemplo, en videojuegos, música, moda, medicina, tecnología, entre otras. Además, complementar este sentido con el aprendizaje multisensorial y divergente que atienda al ritmo de cada alumno para aprender.
Si planteas el sentido de las matemáticas y cómo nos han ayudado a comprender el mundo, a la vez de las ventajas que nos brindan tanto en lo personal como en lo social, la próxima vez tus alumnos se interesarán más por lo temas en lugar de ver esta materia como un camino sin salida.